martes, 4 de agosto de 2009

¿Un socio?

Emprender es extremadamente duro. Es complicado vislumbrar el negocio, tomar la decisión, prepararse, desarrollar el producto, arriesgarse sabiendo que durante un tiempo (al menos por un tiempo), se añorará la agradecida nómina mensual del trabajador por cuenta ajena. Y mucho más duro si todo esto lo hace uno solo. La tentación es compartir la carga, buscar apoyos, alguien con quien lamentarse de las heridas: un socio.

El problema es elegir con quien se asocia uno. Es un error hacerlo con amigos – yo lo he hecho y el negocio y la amistad terminaron rotos. Es un error asociarse con el primer webmaster que se le cruza a uno por el camino con el pretexto de que “se encargará de la tecnología” y, de paso, ahorrarnos parte de la inversión inicial. Si la tecnología es tan importante, ¿cómo es que no nos ocupamos personalmente de ella?, ¿y cómo es que pretendemos delegarla en el primer webmaster voluntarioso que se nos presente?

He llegado a la conclusión que uno se debe asociar solamente cuando el otro aporta de lo que se carece. Y que es crítico que quede muy claro desde el principio qué aportará cada cual. Esto, que es tan evidente, hace que la mayoría de los negocios y las asociaciones fracasen.

Yo he llegado a la conclusión de que necesito un socio con capacidad inversora y contactos en determinados sectores. Nada más. Y nada menos.

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